JOSÉ MARÍA MURUZÁBAL DEL SOLAR

   PINTURA Y ESCULTURA NAVARRA

 

PINTURA: OBRA DE JULIO DE 2015

"Karrikatxar (Elvetea)"
Óleo / tabla. 42 x 52 cm.
CIGA ECHANDI, Javier


Javier Ciga Echandi (Pamplona, 1877-1960). Inició sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona siendo conocido como el "cartelista" por excelencia de las Fiestas de San Fermín, pues gano dicho premio en 1908, 1909 y 1910 y también en 1917. Posteriormente se trasladó a Madrid para estudiar BBAA en San Fernando donde en muy poco tiempo llegó a ser profesor y recibió numerosos reconocimientos. Viajó entre 1911 y 1914 al extranjero para ampliar sus conocimientos y especialmente en París donde entró en contacto con el impresionismo y el posimpresionismo y una obra suya, "Mercado de Elizondo", fue incluida en el "Salón de Primavera" de 1914, siendo miembro de número de ese "Gran Salón". Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, regresa a Navarra en 1914, dedicándose a la formación artística de jóvenes pintores en su conocida academia (Crispín, Lasterra, Ascunce, Beorlegui, Eslava, etc.). Junto con Basiano, Asarta, Lasterra, Muñoz Sola, Zubiri, está considerado uno de los más grandes pintores navarros y uno de los más cotizados. Parte de su obra se expone en el Museo de Navarra y en la fundación que lleva su nombre en Elizondo.

La obra que presentamos se conserva en importante colección de arte navarro. Ha figurado en diversas exposiciones, tales como Grandes pintores de Navarra (Noviembre 2001, Pamplona en Galería Carlos Ciriza) o Artistas navarros en una colección de arte pamplonesa (Sala Conde Rodezno de Pamplona, noviembre 2013 a enero 2015). Esta obra se reproduce en el catalogo de esta última muestra y en Fernández Oyaregui, P., “Javier Ciga, pintor de esencias y verdades”, nº 419. Javier Ciga mostró precisión y rigor tanto en el dibujo como en la composición, acertó como pocos en el tratamiento de la perspectiva, consiguiendo representar el espacio real, se sintió atraído por los juegos de luces y sombras. Se empleó con gran cuidado en el color y sus ricas matizaciones, dentro de una esmerada armonía tonal. Todo ello puede comprobarse en el paisaje del valle de Baztán que comentamos, en el cual la atención se centra inevitablemente en el imponente caserío baztanés, que evita mostrar en su totalidad, para centrarse en el juego lumínico-cromático de su fachada.